martes, 7 de enero de 2014

Ardiente manifiesto de un corredor veterano al borde de quemarse



Hasta yo puede que pensara en algún momento que todo comenzó con mi primera media en 1994 o mi primer maratón en 1996, pero la verdad es que todo viene de mucho antes, de la inocente fascinación de un niño por historias de romanos conquistando el mundo, de la admiración por la voluntad de un joven Marco Aurelio durmiendo en el suelo de su habitación. También de algo más tarde, de un hombre ya maduro entendiendo las razones por las que, implacables, conquistaron ese mundo: por su orgullo y convicción, por su forma de pensar, de preparar, de enfrentarse a la realidad, por la ausencia de duda, en fin.  Ahí reside todo realmente.

Casi 20 años corriendo, 50 maratones son buena excusa para hacer balance, para cerrar y abrir puertas, para encontrar la forma de seguir adelante, para una declaración de intenciones o propósitos sui generis, para encarar el futuro.

La experiencia como única forma de conocimiento verdadero, miles de kilómetros manejando un brújula para encontrar el rumbo correcto, para encontrarme, para reconocer donde encaja mi espíritu, qué soy yo. Todos tenemos algo de divino, de Dios todopoderoso constructor de nuestros mundos y mi mundo corriendo se podría reducir a pocas líneas:

1.  Era verdad: 100 son más que 1.Distancia o tiempo siempre acabarán por destruirte pero qué poético resulta llevar un poco más allá la falsa creencia de haberlos vencido por unas horas.
2.  El asfalto quema. No queda otra que rastrear tierra a cada paso.
3. Se busca silencio.
4.  De no ser posible, se acepta el agua o el viento como locuaces compañeros.
 5. Se busca cielo, milano en el cielo, cuervo en el árbol
6. Un soldado de trinchera lucha contra el hielo o el sol hundido en la tierra.
7.  La vida es inversamente proporcional a todo lo tocado por el hombre.
 8.  De ser posible, no se ha de pagar por correr o se pagará lo que nuestra balanza marque como justo.
9. Es bueno que el hombre esté solo.
 10. No es bueno que el hombre esté siempre solo. Se correrá con amigos o acompañado de los que serán o podrían ser tus futuros amigos.
11. Todo lo que me cuentas de material y equipamiento no es más que la gran milonga.
12. No solo soy hombre de blanco o negro, también de fotos en blanco y negro.

Toda norma tiene una excepción:

13. En un puerto, la carretera arde pero no quema; no es más que el  juez riguroso de esperanzas alimentadas  al ritmo de cada brazada nadando. El sueño del triatlón continúa brillando inmaculado.

Cualquier corredor sabe que  la última meta no llega nunca.  Y el mejor criterio para saber qué batallas merecen ser ganadas son mis ganas de contarlo; y hay tanta emoción pasada que hoy no entiendo, que serían terreno baldío del que no nacería ni una palabra.

La amenaza sigue ahí, todos lo sabemos. Llegará el día en que el monte parezca ciudad o peor aún, que los que lo recorran, lo hagan tal que en una ciudad, sin apenas entender un destello de su magia; pero siempre existirá ese camino solitario que aún no recorrí. Con eso me basta.

Hoy puede que no necesite un dorsal, pero aún no estoy seguro de ello. El día que sea así, entonces sí, entonces seré mejor corredor que nunca.

2 comentarios:

Livan dijo...

Comparto tu punto de vista y ese decálogo que has expuesto (quito el punto numero 11, pues yo nado lo justo para no ahogarme). Un abrazo.

Atalanta dijo...

Iván, bien sé que vivimos en la misma onda y que bien de atreverías a añadir algún punto que seguro compartiría -yo acabo de añadir un par más sobre los que anoche pensé corriendo-. De nadar, no creas que yo sé mucho más que evitar ahogarme :)