jueves, 8 de diciembre de 2016

En el estreno de la temporada de la Scala



Desde Salamanca, claro, en una sala de los cines Van Dyck más concretamente, valiéndonos de esa gran idea que es la retransmisión de óperas en directo, una ventana a esa experiencia de arte total. El montaje original de "Madama Butterfly" de Puccini en 1904, que acabó como el rosario de la aurora, como tantos otros estrenos de obras maestras, por otra parte.

La semana pasada me desvirgué con Wagner, con "Tristán e Isolda", una fecha hace tiempo esperada. Entré en el cine a las cuatro y media y  salí casi las diez. Demasiado tiempo para mantener la atención debida a tal derroche de estímulos. Un dilatado pico emocional, el del acto segundo. Algo que en el coche parecía bello -cuando no sabía de qué hablaban- se elevó muchos grados hasta convertirse en, creo la  manifestación más  pura que pueda existir, con una comunión mágica de música y texto extraordinarios,   del amor romántico - emparentado con el Romanticismo como movimiento, no lo que comúnmente se entiende-, por encima de la realidad o la vida, más allá de la muerte.

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